Sola entre espinas arrugadas (Por Leomas):
En noviembre recibió claveles y se sintió una diosa. En
diciembre le llevaron flores y muy seria se creyó muy hermosa. Llegó enero con
carnavales y sólo bailo con otros por caprichosa. Entre las brisas de mayo y
junio danzo descalza y aunque triste algo dichosa. En octubre ramos brillantes
de tulipanes y algunos lirios de dulce seda mostraron cielos con melodías entre
yeguas, matorrales y celos, pero no divinos.
El joven que la seducía, bello, esbelto y buen galopante, a
dos kilómetros de distancia vivía solo y sin amante. Sus padres adoptivos muy
entrados en edad estaban en fosas comunes porque no hubo ni para el pan. Un
rancho de latas y trozos de cajas era su única guarida, pero con plantaciones
de coco, hortalizas, frutas, legumbres, sauces, arrayanes y mucha vida.
Rosales, gladiolos y margaritas rodeaban al fuerte mancebo,
claveles, lirios, tulipanes y varias flores en forma natural, estaban en los
potreros con belleza sin igual. Su estancia no era gigante y algunos animales
de cría lo hacían ilusionar con hogar hacia una mejor estadía. Lo más precioso
que tenía era un caballo de paso fino, con adornos y figuras que habían llegado
desde el ocaso de las tierras de don Lino y de las de Don Serafino.
La estatura del jovenzuelo lo hacían galán de cine y novela,
su perfil citadino como si fuera un potro salvaje de tres esquinas o de las
mejores escuelas. Perlas eran sus dientes y labios de fresco sauce lo hacían
parecer a cuentos que nunca perecen con fuerte aire y que no envejece. Estaba
allí algo tristongo rodeado de pobreza, también de gente mezquina, de guayabos,
trinitarios y variadas cerezas. Al pueblo no habían llegado las cuestionadas nuevas
costumbres sino las rectas y las mismas curvas hubieran tejido pesadumbre, uno
que otro estaría con hambre, arrepentido y sin linaje.
Todos los fines de semana después de largas jornadas, iba
al caserío cercano para ver a su escogida amada. Ninguna lo miraba porque todas
veían telenovelas, de esas que idiotizan aun a la misma escuela, en donde el
negro es un sirviente, el indígena es poca cosa y no lo invitan a nochebuena,
en cambio al blanco lo ponen como el príncipe, aunque raro mueva la cola y su
voz luzca las dudas de los chismosos que nunca faltan. Los productos los vendía
en una plaza de miseria, pero el alcalde del pueblo afirmaba que era la mejor
en varias tierras. La casona de la esquina era su preferida y allí dejaba sus
rosas y también sus ilusiones perdidas.
La bella estaba ocupada en otras cosas de mundo moderno y
trataba de ganar al hijo del millonario Don Facundo mostrándole los senos y
también haciendo turno con su espaldita escotada y sus pechos como nido de
vieja. Sus compañeras la invitaban a reuniones, cantos y charlas, de vez en
cuando un suspiro estremecía su cuerpo con ganas. Todas en coro hicieron gracia
y se sintieron las más hermosas y cada una se creía una diosa. Entre murmullos
y finas cremas se dijo algo del sexo fuerte, mientras espejos y discusiones,
llegaron lejos con nuevos lujos. Leyeron versos de amor maduro y varios chistes
de nuevas salas, pero se creían muy rezanderas y bajo la mesa había relajo.
Entre risas y contradicciones algunos vinos de los rincones planearon viajes y
vacaciones, y ya borrachas se tambaleaban como damitas de baja estima.
Llegó a la puerta de su morada ramos de rosas cada tres
días y serenatas en los balcones que tejen sueños y nuevas vidas. Un ramillete
de flores rojas con varias notas lanzó un suspiro y entre las rejas de la
mansión murieron pétalos con buen retiro. Anillos nuevos mueven sus manos y
varias joyas entre regalos. Ella los mira por vanidosa y aun cree realmente ser
diosa, lanza un grito con desespero y cree que debe ser esposa de uno que le de
riquezas y que no le maltrate los senos. No quiere hijos porque estos arrugan y
desea ser joven y siempre acude al maquillaje.
Su enamorado la espera afuera y ella se esconde entre
cortinas, mientras la brisa de madrugada lleva al mozuelo a una cantina. Allí
él disfruta de algunos besos de una chica sin experiencia y bailan juntos con
las cervezas que lanzan piedras a los castillos y enderezan como desmanes ciertas
tristezas y muchos recuerdos que no traen lujo y nada de equipaje. Caderas
finas aquí se esconden dijo con ganas el campesino orquídeas frescas que en la
sabana he visto al aire y cerca a varios pinos. Esta esta bella y no busca excelsos
trajes y veo en su rostro cierta elegancia y muchos trajes que están en mis sueños
como si ella alguna vez hubiera estado cerca.
Los años pasan como en molienda y aún persiste el beso
rubio y dorado, lanzando perlas y esmeraldas sin la respuesta del mundo
orgullo. Nuevas penas y amarguras lo llevan a ser un varón vagabundo. La mujer
que se cree elegante y de mejor linaje sigue volando, buscando amigas y ciertos
refugios, aunque sin encajes. Entonces piensa el gran muchacho en tomar un
nuevo rumbo y declara amor eterno a la mujer que baila con ganas y que en esas
madrugadas lo arrulla como dama y que le dice al odio que quiere hijos. El no
regresa a los desprecios de aquella que una vez le llevaba flores y se olvida
de los insultos que siempre vio con nuevos ultrajes. Ella ama a otros que
tienen fama de adinerados y deprecia a los varones que no ofrecen oro ni lujo.
Llegó febrero de un nuevo año y hay jinetes que marchan
juntos llegaron novios con risas frescas muy de mañana hubo fiesta y algarabías
era domingo. Hubo derroche como en la feria y todos ríen al buen marido que
sale orondo por el caserío mostrando risas y saludos no heridos. Todos gozan,
saltan, bailan y cantan juntos aumentando el buen consumo de la cerveza,
chicha, guarapo, ginebra y vino, y varias bebidas que vienen de lejos y de
tumultos no confundidos. Llegan poetas y escritores a contemplar el mejor
idilio y todos sonríen porque en la nota hay una pareja bailando juntos. Hasta
los policías del pueblo que no habían ido al burdel del populacho sentido,
saben que esas caderas de esa dama son de una diosa y también de ese oropel que
a veces llega en la madrugada y todo se aumenta a gran granel como gota de agua
o de rocío.
Y entre las mujeres pueblerinas hay chismes, habladurías y
comentarios, se dice afuera que un potro joven se ha casado dentro de un
establo. Todas critican y siempre ríen, pero están solas, amargadas y sin quien
las cuide, con disimulo tratan de observar entre los caminantes si hay un varón
galante que las arrastre a las chamiceras para esconder los placeres que han llevado
bajo turbantes. Ahora cambian de estrategia, dicen que los varones son tontos y
que escogen entre las cosas la peor con historiales de uso y pocas moralejas, y
que no llevan buen equipaje. La bella que no es esbelta lanza al aire cantos y
notas y hace saber que la suerte a ella no importa ni le vale.
En septiembre arribó un carruaje que trajo a un hombre de
traje fino, hay una dama que mira lejos como buscando diamantes y bellos
lirios. Hablaron poco porque en sus manos traían un mapa señalando un solo
camino. Vienen en busca de una doncella que habían perdido por el destino y por
las señas creen ahora ella se ha casado con un pobre e infeliz campesino. La
prensa amarillista que hace notas como farsa logró regar la noticia de una
mujer prostituta y sin nombre embrujó a un pobre diablo y buen iluso que la
llevo al altar y le ofreció un montaje. Los ineptos periodistas lanzaron
pedradas grotescas a las mujeres que se casan por estar enamoradas pero la
misma y cruel noticia desenredo la madeja y la lectura ya era nota entre
aquellos que buscan a los perdidos.
La caravana trae hombres que cuidan a la pareja y llevan
armas, ametralladoras, rifles y carabinas, porque la misma prensa afirmo
diciendo que esa es una tierra muy peligrosa, de muchas espinas y disputas
viejas que tiempo atrás se habían tejido. Son policías de alto gobierno que
llegan fuertes haciendo ruido y trotan como en desfile imitando a los militares
y a los gigantes que la historia dice que están perdidos. Traen consignas y
documentos para aclarar ese nuevo lio que la comedia de los inocentes también
aprieta a los sentidos. Todos están sonrientes y han caminado por el valle del
inmenso rio y ya sus botas están raídas y necesitan un reemplazo para calmar el
frio. Ven lejos a la distancia una casucha destartalada que hace sombra a un
bello sol radiante y escondido en donde se ven ramadas de latas viejas y
cartones no encendidos.
Salen mirlas, turpiales y arrendajos cantando alegres desde
los plantíos y sobre los grandes frutos silvestres hay pájaros azulejos que
lanzan otros silbidos junto a un coro de aves salvajes que se unen en un solo
ritmo. Hay nueva fiesta entre canarios y gaviotas, mientras un chupaflor hace
temblar de risa al medio día chupando el néctar de buen paladar y aleteando
fresco hacia un nuevo panal que ve a lo lejos de los visitantes. El caballo
joven del buen esposo ve a los lejos un gran gentío y piensa que algo raro está
pasando o que él está soñando o está dormido. Regresa rápido al rancho pobre
con cierta duda de imaginaciones y entrega flores a su belleza que esta
juiciosa cuidando al hijo que es el retoño y el buen fruto del fehaciente amorío.
Desde el potrero de los arbustos un teniente lanzó un
fuerte grito y dijo saber que el buen muchacho se robó una joya y buen partido.
Hemos venido a clarificar un rumor del viento y un asunto para arreglar porque
chismes se han tejido. El mozo no entendió aquellas palabras y miró fijo a los
desconocidos y sólo dijo, yo soy muy pobre y lo más valioso que poseo es una
flor que entre los lirios cambió mi vida y ahora me ha dado un hermoso y bello
niño que llegó como manantial lúcido a mi pecho sufrido.
Bajó la dama en hora buena y miró al joven con acertijo y
lloró lágrimas con emociones que nadie entiende porque no hubo frio. Su cara es
bella señora mía dice angustiado el jornalero, hay algo en su mirada que pone a
todos entre el suspenso del buen comensal que con anhelo y cierta malicia salen
recuerdos como entre amuletos que usan contra el mal. Mientras tanto la bella
esposa sale en busca de su delirio y siente algo raro entre sus entrañas y cree
estar de nuevo esperando otro hijo. Mira muy fijo a la multitud que ve de
frente a su ranchito y siente dentro de su cuerpo algo muy raro que le da escalofrió.
Estamos aquí entre los sucesos y venimos en busca de algo
perdido, hace 29 años una bella niña mientras viajábamos en un navío fue
arrebatada por huracanes que junto a vientos del mar bravío, hundió la nave
cerca a la playa y se extraviaron muchos niños. En la misma confusión la odisea
dejo muertos y heridos, pero algunos afirmaban en los hospitales, recordar que
varios habían nadado hasta las orillas de la playa encima de troncos floridos.
Hay relatos de padres adoptivos que se escuchan en salones y reuniones de la
arrogante sociedad que en el buque no encontraron las pequeñas embarcaciones
que se usan para remar y salvar.
Mi esposa dice mientras duerme palabras lindas y buen
arrullo, al otro día no recuerda lo que ella siempre exclama entre dormida y
despierta dentro del mismo zumbo. Nombra a mamá Clara y a un tal Don Samudio,
dice que ellos son sus padres y que trabajan con telas, algodones e hilos
finos. Ella mayor tres años de este pobre hombre que está feliz porque vio
nacer a su primer y hermoso hijo. Yo estoy asustado y creo que es locura por el
martirio que tuvo, sus sesos pueden estar tejiendo mal de augurio o simplemente
son traumas que la soledad a veces teje como sueños no lúcidos.
Esta bella esposa mía fue violentada por hombres, damas
miserables y por el mismo destino de no poseer un apellido. Hoy vive aquí sin
tener riquezas bajo este amado que agradece tener esta fortuna que llegó como
manjar caído del ancho velo a esta casa que renació como si fuera un embrujo.
La primavera ha sacado flores que están en todos los caminos y aquí se escuchan
canciones que llegan con éxtasis a este corazón que estuvo muy adolorido. Nos
rodean constantemente los cantos de hermosos pájaros que son nuestros amigos y la
suave brisa es nuestra cómplice que nos complace sin delirios.
Y tú muchacho de donde eres y quien te trajo a este mundo
dijo Don Samudio. Vivo aquí mis 29 años. Soy un solitario y estaba indefenso
sin rumbo. Mis padres me recogieron de una playa del ancho rio y afirmaban antes
de irse al otro mundo, que en ese tiempo me rodeaban muchas maletas y varios
bultos. Ellos me criaron porque estaba perdido debajo de las tablas de un
barquito hundido. Estaban viejos y hoy sus cuerpos están aquí en esta parcela,
pero ya no tienen frio porque una laja fina del ancho rio sirve de tumba
rodeados por lirios. No tengo estudio eso es muy cierto, en estas tierras nos desprecian,
pero me gusta hacer navíos y construyo barcos que colecciono para regalar a mis
hijos. Somos muy pobres y los profesores del caserío nunca me recibieron porque
no tengo apellido ni registro.
Muchacho bello ella es mi esposa Doña Clara y yo soy Don
Samudio. Ella su esposa es nuestra hija y hoy es la esposa de ti y llegas como
uno de mis hijos. Te has ganado una bella rosa y ella es pura y así serán tus
hijos. Tú eres hijo de un gran hombre y él es el fabricante de modernos navíos
y de grandes empresas que fabrican piezas navieras de lujo. Tu padre vive al
igual que tu madre con mansiones, empresas y extrañando al hermoso niño que fue
perdido por la tormenta que hizo añicos a las maderas que hacían gala de señorío.
Enseguida avisamos por banda ancha y banda corta a todos juntos y viaja con
nosotros el sistema que acerca ideas y largos caminos. Por los nuevos inventos que
han aparecido y algunos dicen que, por los científicos aunque no es del todo
cierto porque muchos proyectos son robados a desconocidos.
El jefe de los policías saco una radio de buen estilo y
llamó a otra parte dando nuevas noticias e informaciones de los hechos del
naufragio que fue suceso en el último siglo y que hoy se rejuvenece para crear
nuevos idilios. Mientras los padres de la muchacha abrazaban a los tres como
verdaderos hijos, las amapolas y margaritas que rodeaban el caserío lanzaron
perfumes y sensaciones como regalo a mundos perdidos. A la parcela llegaron
todos los amigos, vecinos y campesinos, trajeron guitarras, tambores, ollas y
se armó un gran día festivo, hasta con arpa, maracas y mozos con sus tríos y
cabalgatas que marchaban alegres con fuerte ruido y fino algarabío. Algunos
estaban tristes porque el trabajador de la choza ya no volvería a cultivar más
lirios y seguramente se iría del pueblo y jamás volvería a plantar las azucenas
que también eran parte al lado del trigo.
Sobre al aire del firmamento tres helicópteros hacen gala
como buenos padrinos, el ruido de sus motores despertó a los citadinos que se
creían de plaza gigante, abolengos altos y de linajes encendidos. Bajaron los vehículos
como remolino en busca de otro de los hijos perdidos que en buen instante como leyenda
quedo un libro entre los cortijos. Un hombre alto bien parecido es el primero
en asomar el cuerpo bajo la potencia que dejan los vientos y el mismo ruido de
los torbellinos. Una dama de sonrisa bella también llega bajo los círculos del
viento fresco en busca de su primer hijo que hacía varios años había perdido.
No hay duda dice la chica esposa los dos son muy parecidos,
hay carpas improvisadas y comidas para todos los vecinos, hay bebidas como
encantadas que bajan del aire y los mejores vinos. La nueva gente trae consigo políticos,
periódicos, fotógrafos y periodistas que se sorprenden con gustos finos, porque
esos nunca quieren visitar el lugar donde viven pobres y campesinos y allí jamás
habían ido aunque la gran mayoría de esos salen del pueblo y son iguales sin
acertijos, La orgullosa se enteró a la hora del suceso y buen partido, fue en
busca del joven que durante varios años le regalo rosas y perfumados lirios, corrió
para conocer más de cerca la historia que llegaba con buenos tinos hablando de
los niños ricos perdidos. Ella le negó los besos y también hasta el saludo,
porque su enamorado no tenía buen apellido, nada de lujos y ella creía truncado
el futuro sin ponía los ojos sobre un campesino empobrecido.
La hermosa pareja dejó la finca y se alejaron para siempre del caserío, hoy la ventana está muy sola, las cortinas de la orgullosa se han destruido y las paredes de la casona donde vive la solterona parecen muros de celdas iguales a peores a las de las cárceles y su olor es muy parecido. La dama, aunque es juez del pueblo de vez en cuando camina hasta el viejo plantío y siente tristeza en su alma porque no ve al león que ella creyó vencido. Esa mira las flores y los tulipanes, le pregunta al aire y a los gladiolos el por qué esta sin marido. Sabe que sus arrugas no llegan solas, lo mismo que los buenos fríos y que ya las cobijas no la calientan porque la lana no trabaja cuando no hay romance ni amoríos. La plaza de mercado ya no vende rosas porque el turpial dejo solo a los plantíos y hasta el aroma que venía de aquel sembradito ya no se asoma a la vieja plaza porque también el viento esta adolorido. Hay vagancia en los muchachos entre el viejo gentío, nadie quiere trabajar el campo y todos desean ganar dinero sin cultivar ni siquiera un lirio.
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