La pobre dormía debajo de aquello que fue un puente y sobre
pedazos de costales que dejaban lo campesinos al vender sus productos agrícolas.
Su estómago estaba tan inflado que daba la impresión de que la cría iba a ser
numerosa o que globos incrustados estuvieran dentro de su buche. Hacía tres
años que no se bañaba, su pelo estaba greñudo y el olor entre estiércol y carne
podrida. Daba la sensación de haber salido de un basurero en guerra o de
pertenecer a esas que creían ser de las mejores familias.
De pronto vio a lo lejos a un hermoso y gigante gato que se
lamia elegantemente su pelaje y que observaba con disimulo cada semblante.
Pensó entre sus imaginaciones, Oh … que gato tan lindo, pero es orgulloso y al
parecer no se ha dado cuenta que aquí hay una diosa y que dejare de ser
caprichosa. La perra sin fuerzas para levantarse lanzo algunos quejidos y siguió
suspirando como esperando un nuevo idilio. Los ruidos llegaron hasta el gato y
en forma cortes y valiente, se le acercó con disimulo a quien sería madre en
ese amanecer y le hizo un gesto al oído.
El gato no le pregunto su procedencia y nada de
interrogantes, simplemente la miró con mucha dulzura y le dijo … ¿Desea gran
señora, ir a nuestra casa a tener un parto feliz y algo con que llenar un lado
de la panza? La perra lo miró con desprecio, se hizo la muy inteligente y con
astucia trato de mirar a un lado de la carretera. El gato le insistió ... para
ver si de alguna forma le ayudaba y la perra le hizo caso y corrió muy cerca al
gato y a este lo siguió. El gato se las ingenió como pudo, llamó a varios
amigos gatunos y todos acudieron en grupo. Entre la subieron a un costal de
seda y empezaron a arrastrarla como si fuera de madera. La ambulancia gatunesca
la llevó a un palacio grande que estaba abandonado y era casa de los animales
abandonados.
La perra se instaló en esa casa dorada sin cobijas ni abrigos,
pero si con algunas almohadas. Ella se sintió princesa y creyó que era un sueño
que veía lejano porque no hubo un perro de edecán. Los gatos la bañaron con shampoo
y jabón perfumado, con flores de azahar que en la tina le habían colocado.
Lociones y aceites finos cayeron sobre la mugre de su cuero y a medida que se
limpiaba se le veía chanda y forúnculos tiesos. Esa que fue una perra fea,
ahora se convirtió en reina y dama, y ungüentos y alcoholes curaron chanda y
heridas. Ahora con excelente comida, la comodidad por fin llego a su flaco espinazo
y el aroma le cambio oliendo a flores de mayo.
Un joven gato médico atendió el complicado parto y ella se
revolcaba como tornado de guerra y lanzaba pequeños gritos asustando a los
vecinos. Poco a poco nacían los críos y estos se fueron aumentando hasta
terminar con 14 cachorros que se veían de excelsa raza y llegaron a ocupar la
casaquinta invadida que sin escritura estaban allí los gatos. La perra se
sintió doncella y ya no comía eso que le traían y pedía caldo con pollo y carne
en bistec de carne de la cola. A los gatos le solicitaba colchones y satines
finos para dormir y vestidos de lino para caminar como madre y desfilar como
vedete en pasarela. Los gatos y el gato mayor le hacían caso y la reverenciaban
y venias de alcurnia le hacían como miembro de monarquía.
Después de las tres primeras semanas la chandosa se convirtió
en malcriada, se volvió muy elegante y caminaba como quinceañera, ella ya no
era una cualquiera y ahora era la dueña de todo. Los hijos inquietos perrunos,
poco a poco se acomodaron en las camas de los gatitos y a cada uno desplazaron.
Los pobrecillos gatunitos debían dormir en otros aposentos y la mayoría lo
hacía en la calle o debajo de los raídos cementos. Los cachorros fueron
creciendo hasta que crecieron sus colmillos y cada día desaparecía un gatito de
los bellos que se almorzaban sin aliño. No se hicieron investigaciones, porque la
justicia estaba pervertida y los gatos que atendían la abogacía estaban
enamorados encima de los tejados, traficando con armas o negociando con polvos blanquecinos.
Los jueces que coordinaban la casona siempre gozaban como
gatos de vacaciones y eso ya era costumbre en aquello que fue un palacio,
alguien observo que la perra ya daba órdenes y quería gobernar todo. Los pobres
gatitos que lograron sobrevivir uno a uno se fueron saliendo de la casa,
mientras los más educados seguían obedeciendo a la perra y a ella la cuidaban y
la admiraban como reina. Oh … que dicha dijo la perra, ahora soy la dueña y
señora de este extenso palacio, tengo a estos mensos como esclavos y todos
estos gatitos deben ser siempre mis criados y mis obedientes sirvientes.
El caballero gato que ya envejecía una noche hablo con la
perra y le dijo… Quiero esta noche que recuerde, que la justicia estuvo cerca
de su cría y que aquí le alimentamos, le dimos albergue y mucha compañía. La
perra ladró como nunca y abrió su bocota, casi se traga el cuerpo del hermoso
gato manso. Esa nueva madrugada los gatos se revolucionaron con fuerza y
armaron una protesta que se formó algarabía, aunque los más violentos también mostraron
sus colmillos y estaban dispuestos hasta quemar el castillo. Se unieron a otros
amigos gatunos y entre todos sacaron de la lujosa casa escarpada a la perra que
volvió a ser chandosa junto a todos sus perros porque ya había tenido hasta 7
partos y los maridos los buscaba fuera en la autopista y allá fue a parar cuando
ya no tuvo ni risa.
Desde ese día los gatos ya no casaron ratones y disminuyó
el trabajo porque empezaron a comer carne fresca de perritos que nacían fuera
de la casona o al lado del ferrocarril, se volvieron malcriados, los huesos los
abandonaban y cada vez que las hijas de la chandosa parían aprovechaban el
momento y el desayuno servido era lomo perresco, pierna de perrito tierno o
cola sin espinazo.
Un día al atardecer y muy cerca de una montaña perruna y
gatuna, los turistas animalescos curiosos y chismosos encontraron miles de huesos
de cadáver que estaban como en bulto y que se veían enroscados como cascabeles de
desierto. Al investigar en el laboratorio y analizando los esqueletos, pudieron
comprobar que allí estaban amontonados osamentas de cachorros perrunos, varios
huesos de perros viejos, un esqueleto alargado de perra flaca y uno que
creyeron que pudo ser de un hermoso y gigante gato.
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