miércoles, 14 de febrero de 2024

Cerdo y carne

No es la carne de cerdo (Por Leomas):

 

No es fácil para quienes escriben enviar mensajes a esos o esas que no han visto en la vida, pero tienen la seguridad que existe en un punto de la tierra y/o dentro del infinito de la galaxia cuando se atreven a redactarla. Todos nos mostramos al mundo de los mortales terrícolas como individuo de servicio. Como lo suponemos no somos nadie para saber quién es verdadero y quien no es real dentro del planeta de la sencillez. Ninguno de nosotros ha visto la luz sobre la sombra sin embargo todos queremos alumbrar aun desconociendo la profundidad de la oscuridad. Creemos que existe el universo sin haber coexistido fuera. Nos imaginamos volar al infinito sin amigos y confiados en verdades que a veces se hacen amargas al comprobar la mentira que ellas encierran. Los hombres (varones y mujeres), estamos solos en el mundo y no hemos materializado la justicia. No tenemos con quien compartir la senda del amor.

 

Todos estamos equivocados. Unos echan más leña en el fuego del desorden que otros. Sabemos que no somos la excepción. Nunca afirmamos tener la verdad total por miedo a conocerla. Nuestro corazón no ha dado muestras de pertenencia. El rostro de la fraternidad y solidaridad se evaporó antes de llegar su sombra a la tierra. Lo que hay es complejo de superioridad en el manejo de lo desconocido. Por eso quienes predican y no aplican están aún más lejos y viven con más profundidad dentro de la caverna. Todos estamos peores a esos hipócritas del cuento chino que embrutece aun al más listo.

 

Al pasar por el pedazo de cielo de nuestro nacimiento y recorrido hemos comido carne de cerdo. El puerco tiene más valor dentro de la alimentación y presta mejor servicio a la razón y se hace compañía antes de ir al matadero. El chancho resultó de mejor inteligencia que los amigos. Fueron mejores mil veces contertulios durante nuestra vida y nuestro paladar saboreo de diferentes maneras la comida marranera. En algunos lugares del globo la carne de cerdo llena los estómagos de fuerza y energía sin alterar el metabolismo evolutivo de la razón. Sabemos que son muchos los terrícolas que se prohíben comer la delicia de su carne. Quienes se creen médicos por ir a las universidades afirman que no es la carne de cerdo la que enferma la salud sino aquellos alimentos que ingerimos cada día y que fueron ya preparados días atrás de consumirlos. Seriamos mejores inteligentes si se prohíbe el consumo de cerdo o el arte de matar la vida con licencia de los gobiernos.

 

Los cerdos no pudieron lesionar nuestro cuerpo y uno que otro llenó de fantasías nuestra sentida imaginación. Algunos creyeron que recibían inteligencia y sabiduría del marrano y murieron sin descubrir su origen. Los mismos cerditos quitaron el hambre a los humanos que iban a la guerra. El cerdo no es la comida preferida de ciertos paladares. Esos en escasez se contradicen y afirman que no les afecta. Hay otras carnes entre las preferidas como la de ternera, conejo, camuro, cabra, y gallina criolla sin mencionar hoy aquellas que nos ofrecen la variedad de los peces y las aves y otras que por debajo de la mesa se consume sin licencia. La primera vez que entendemos su sabor creemos que antes no habíamos disfrutado comida alguna. Somos tan variables que el plato del día nos hace cambiar de parecer.

 

No es la carne el mejor alimento, pero esa retira el hambre sea que provenga de cualquier animal. Los verdaderos vegetarianos pasan primero saboreando de carne en carne y de cuerpo en cuerpo. Los otros que se han hecho llamar científicos dicen que el hombre puede comer de todo sin temor a enfermarse. Al parecer esos sostienen el mismo cuento que ya se había escrito desde antes de invadir la tierra: ”No es lo que entra por la boca lo que contamina sino lo que sale de ella junto con su jetabulario”.

 

Algunos mortales terrícolas creen que pueden jugar al sexo con varones y mujeres. De hecho, hemos visto a varios que, aunque se casan con una mujer siempre buscan la compañía de un varón para sus fantasías sexuales. Otros usan a quienes hemos llamado animales para sus desviadas fantasías. Han nombrado como defensores a los psicólogos que también se han cosechado para pervertir las comidas y la sana alimentación. Cuando hablamos de la carne de cerdo no sólo nos referimos a la comida que ingerimos sino a la fantasía que esclaviza la ternura. No se puede afirmar que tenemos preferencia por la carne de cerdo y/o al mismo tiempo decir que en la misma frecuencia afirmar que la preferencia es por la carne res o de ternero.

 

Si medimos la frecuencia de nuestra preferencia los otros sabios encontrarán la fórmula para explicar que tenemos preferencia por la carne criolla. En los países en donde no abundan las gallinas criollas los hombres consumen carne de murciélago, ratón, gato, perro y cucarrones negros y marrones. Para evitar el desprecio por la misma sostienen que allí son esos hermosos animalitos son herbívoros. Todas las gallinas, gallos y pollos modernos de engorde de las grandes ciudades son en serie y de incubadora con células químicas que cambian el mejor paladar. No es sencillo conseguir una gallina criolla en las capitales de las naciones ni un gallo para pisar las nuevas crías. En México se dificulta encontrar en la ciudad capital una de esas criollas y todas dicen ser capitalinas y que ninguna hierba rural han consumido.

 

En la Franja de Gaza vimos como un gallo quiquiriquí canto en medio de la masacre que ocasionó Israel sobre los mortales humanos de Palestina, un perro ladró cuando escucho el bombardeo sobre los edificios de los civiles indefensos y desarmados. No sabemos que carne consumen los gobernantes de aquellas naciones que gustan de guerra, destrucción y muerte, aunque algunos exclaman no comer carne de cerdo. Los periodistas deberían preguntar a aquellos que disparan sus rifles, morteros y proyectiles: ¿Qué consumen sus estómagos que los hace inmunes para asesinar la vida y para destruir la naturaleza sin medir las consecuencias con los daños colaterales?

 

La calumnia no está en la boca de los cerdos y jamás mienten o traicionan y nunca conocen la envidia o el egoísmo. El calumniador no hace parte de la familia de los puercos y no llevan su sangre porque el marrano tiene más pura su genética. La decencia de los cerdos nos ha transmitido honradez y pulcritud hasta en el brillo de sus ojos y carne. Deberíamos elegir de presidente en el futuro a un cerdo mayor que haya pasado por la zona rural y que haya caminado por las calles citadinas.

 

El cerdo no estaría en condiciones de traficar con lo ilícito y la razón de todos se fortalecería al lado de la verdad. Los nutricionistas recomiendan consumir la carne de cerdo pero que no sea de lechoncito y/o lechoncita para evitar la pedofilia y la pederastia. Hay un grupo de estos mismos pervertidos que recomiendan alejarnos de los cerditos y evitar su consumo, pero aun así siguen equivocados.

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