Y se llamaba Ricardo (Por Leomas):
El caserío estaba lleno de
risas, juegos, caballos, ganado, cabras, mulas, burros, trenes, flores, bambúes,
perros, patos, gansos, gallinas, gallos, obreros y varios cultivos. Allí en
medio del silencio el joven adolescente visitante observo el panorama, por vez
primera regó su plantío, entendió que venía de un señorío que alcanzaba la
fragancia, sin guardar distancia vio muy cerca un radiante y bello rocío. Las
miradas se cruzaron y en segundos dos razas quedaron entrelazadas, aunque no
los dejaban saludar y tuvieron que utilizar la malicia del turpial y sin hacer
maldad desbloquearon cada muro.
Dos pueblos distantes, uno sin
riquezas y el otro lejos del río sin medios de comunicación en donde cada canción
se hizo al lado del hermoso ruiseñor. Tres ideas de familias que están en
otrora tiempo sin límite y complicado, donde ponían a trabajar a los bueyes, el
salario obreril era muy bajo y había formulas nefastas y contrarias para
conseguir nuevos amigos. No fue fácil escalar la pequeña montana que de las
casas iban a la quebrada, una perla dorada se cruzó en el camino y todo se hizo
destino convirtiendo hasta la madrugada en sol que abre el corazón cuando es
fino.
El Hospital cerró sus puertas
muy en el atardecer y todos sin querer abandonaron sus salas, un intrépido
laurel no acepto la retirada y sobre sabanas doradas allí su cuerpo tuvo que
detener. El expreso automóvil llegó con gente muerta de frío, sólo uno estaba
sombrío porque había recibido la noticia que el viento del poblado allí se
estaba esfumando y que posiblemente no vería más su encanto y menos su risa.
Subir al último piso le costó varios suspiros que enredaron el dolor con sudor como
piedras de zafiros, lágrimas estaban sobre sus ojos por sospechas de haber
perdido a quien hizo sonreír la sombra de aquello desconocido. Las enfermeras
dijeron mire allí está él, pero ya no siente escalofrío, le estuvo esperando
muy entrada la tarde y se vino a desvanecer cuando la noche engalanaba la brisa
de este nuevo amanecer.
Sábanas doradas y blancas cubrían
todo su cuerpo, claveles y lirios blancos su rostro encantado rodeaban, como un
príncipe escarlata azulado se veía su silueta y la fuerza de su figura se parecía
a un hermoso corcel dormido. Su risa de ángel divino quedo incrustada para
siempre con sus dientes como perlas y diamantes, la tristeza llenó todos los
vacíos y la tétrica ventana miraba a la ciudad, pero era simplemente un gigante
caserío en donde las amapolas no se sembraban por miedo al vendaval que llegaba
cada mes y dejaba baldíos. La luz del sol opaco el contorno con exquisita sensación
y comprobó como lirio que su gran amigo se había ido.
Los médicos dijeron en coro, él
ya no regresará al combate, sabemos que sus ojos siguen brillantes como si alguien
les hubiera pegado esmalte y nuestra medicina no alcanzo a fulminar la intrusa bacteria
que destrozo su semblante. Al ver las nuevas miradas que rodeaban el cadáver inerte
aunque parecía vivo, supo comprender que hubo un lazo muy irrompible y que la
de él todo fue brillante. No entendieron la crueldad de ese día inesperado y
pensaron que el manantial había herido la vida aumentando la consternación
cuando el sol se detuvo.
No comprendieron la gravedad del
asunto de la ausencia y el mundo los hizo testigos del frio que vive en los
corazones cuando se presentan razones para dividir la sociedad en células diferentes
contradiciendo la verdad. Lágrimas sobre el colchón las enfermeras recogieron y
algunas sobre la almohada con cucharas de oro se esculpieron, llantos y
sollozos frescos regaron a su parentela y todos recordaron que el amor no se
ensena en la escuela.
Látigos en el corazón cayeron
como centella y la noche se hizo bien corta y la mañana llegó como metralla que
enluta. Gritos desgarradores de su progenitora se escucharon en el balcón y un aguilón
voló a lo lejos para no contemplar la retirada del sol y no quiso estar
presente en nuevas lágrimas. Claveles sin el rocío hicieron algunas congojas y
lirios de este rio llegaron como coronas. Un fuerte viento sembró una oscura
conmoción y se destruyó cada emoción para nunca más cantar como antes la
orquesta interpretaba.
Testigos de la tristeza estaban
en todas partes de la nación, y al turpial que canto 19 años lo colocaron en un
cristalino cajón y 6 jinetes con sus caballos en carroza lo llevaron y allí en
tierra caliente lo enterraron sin la presencia del ruiseñor. Rosas fuertes y
rojas se esparcieron como diamantes, llegaron nuevas flores que fueron
colocadas en línea como si cada planeta hubiera bajado para adorar la morada y
hacer relucir el diamante. Tristes quedaron los dolientes como águilas
plateadas sin control y los canarios entonaron en coro silbidos que hoy siguen
en el corazón. -Hay palomas en la ventana- dijo quien abría el postigo, hay águilas
doradas rodeando el cementerio y hay mariposas que vuelan sobre el primer piso
y todos lloraron de lástima sin aceptar que había partido.
El suelo dejó la jornada y el
calor los hizo despertar. La sirena dio la retirada y cada llanto dejó de
sonar. Hay hechos de causa en refriega, que niegan el ocaso azulado y siguen
apareciendo sus ojos negros acrisolados. Hoy recorre cada suceso un hermoso
manantial y aún en las noches frías estás allí como oro sin lugar buscando el
mismo nicho que guardo esta hermosa joya que sigue despertando la brisa que
baja ahora sin congoja.
-Cosas de la vida- dice el
poeta sin causa, estas tragedias están en nuestro recorrido y aunque aparentemente
tenemos nido en cualquier momento uno de nosotros no sabe cuándo tendrá que
volar. Traiciones clama el pariente cuando no hay quien pague la fianza y todos
se sienten potentes cuando están vivos y tienen ciertos recursos que los hace
soberbios y el día que ven partir a sus seres queridos, dicen que se quedan heridos,
pero eso no es cierto es sólo por un instante mientras el cortejo fúnebre llega
al sitio adormecido.
Todos siguieron allí muy cerca
al cementerio por horas esperando que el turpial despertara y alguien quiso
decir -esto no es un sueño y desde hoy habrá mucha distancia a donde ninguno de
nosotros aun no puede ir-. Hoy está en la pared para siempre su hermoso y bello
retrato, que luce como crisol y solamente hay gala cuando mira en la madrugada
a quien fue su contertulio en esas más de tres mil y algo más de madrugadas.
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