viernes, 2 de febrero de 2024

Moscas voladoras

Moscas Voladoras (Por Leomas):

 

Las moscas eran originarias de un lugar gobernado por ratas apestosas con carranchil madrugador. Los ministros gobernantes de especies y familias diversas entre comejenes, pulgas, niguas, garrapatas, chinches, piojos, gusanos, cafres, alacranes, escorpiones, mosquitos, bichos, virus, amibas, insectos, culebras y víboras. Los decretos presidenciales para desintegrarlas y desaparecerlas hicieron fumigar con tóxicos y ácidos cada uno de los cambuches, espacios, cuevas, cavernas, huecos, alcantarillas y potreros donde vivían destruyendo el aumento de huevos y crías. Ningún químico pudo con ellas para matarlas y al contrario cada vez que las fumigaban aumentaban en número. Su naturaleza perversa las hizo inmunes a otras maldades y desviaciones que inyectaban y que de sus congéneres habían heredado siendo malcriadas y maleducadas. Ni siquiera tenían modales para escupir sus propias diarreas y vómitos sobre las blancas sábanas o sobre calles con pavimentos agotados. Ellas transportaban en sus patas ciertas defensas crónicas, que las hizo repeler cualquier ataque con pequeñas alas y cilios blindados como locomotoras de magos y brujos que no les permitía estrellarse contra las ramas de sus cloacas.

 

Las malandras se las ingeniaron para sobrevivir usando alcantarillas, cuevas, huecos de grandes raíces, tumbas desocupadas, fosas individuales, rendijas y fosas comunes. Se escondían aun en batallones de los perros callejeros y de lobos voraces que bajaban de las partes altas. Algunas de ellas con sus cascarones, escondites y familias, se camuflaron con disfraces hechos por murciélagos europeos de la estepa para vivir incógnitas debajo de alas de indefensas aves, que las transportaban muy cerca a las oficinas de funcionarios gubernamentales corruptos muy parecidas a ratas, mercaderes, mercenarios y otros cruzados ratones comerciantes de harinas procesadas en la selva de los zorros, zorrillos, leones, tigres, hipopótamos, elefantes y panteras esmaltades y clonadas. Lograron contagiar de picardías novelescas a inocentes animalitos de la montaña plana encantada y otros duendecillos que inocentemente enamoraban en las playas en donde los más jóvenes cobraban aun la limonada que servían o a las arrugas que llegaban de aquellos lugares donde los bichos blancos provenían, pero arribaban.

 

Muchas veces las sabandijas se metieron en tazas y vasos de diplomáticos gorilas que decían pertenecer a la sabana de los mestizos cuando estos calmaban la sed o el hambre con jugos de frutas que usurpaban a las hormigas culonas de la ciudad envidiosa y chismosa que siempre afirmaban que era plana y bonita. Esas decían que eran las únicas que trabajaban labores del campo y en plantaciones de hortalizas, legumbres y de granos que se ufanaban y disque sembraban, pero resulto ser una estafa porque sus cultivos crearon delincuentes y mafias escalafonadas que exportaban. Varios de sus hijos resultaron con diplomas que en universidades dudosas falsificaban y que usaban en las calles a ciertos azules y rojos abejorros que esas solicitaban. Todo lo hacían y exhibían con cinismo y prepotencia en oficinas y consultorios que sus antepasados les dejaban y habían construido empresas ilegales y postizas para aparecer como doctoras y científicas de altas alcurnias inventadas de la nada de otros que bailaban.

 

Las mosquitas y mosquitos como descendientes eran feos, ordinarios, corronchos y grotescos animalitos que ni siquiera podían hacer un vaso de limonada, pero movían su esqueleto y cadera como novios que no saben hacer ni pipi ni nada. La policía moscona encontró que eran expertos sus nietos en negocios ilícitos y astutos para violar leyes y reglas y ni a la cárcel llegaban, Fueron astutas como plebe toronja enlatada y lograron someter a otros insectos galácticos que usaban sus antenas para enchufar las piernas y caderas en neveras cargadas o en enfriadores que escondían en subterráneos selváticos y en poncheras gelatinadas. Con artimañas ventajosas algunos de sus parientes habían ido al exterior de sus propias fronteras para aprender el oficio de las mafias costeras y grabaron la costumbre de nunca hacer nada aprendidas de los capos de la montaña rosada. La propaganda se hizo famosa y común en pueblos y caseríos del extenso y complicado territorio blancuzco y a todas se les mojaba la mano con saliva encantada y con monedas de reyes que en la tragedia elaboraban.

 

La doctoritis fue causa de escándalo, de risas, pantomimas y algo de algarabía al comprobar que en las entrevistas ninguna de las enmascaradas respondía los interrogantes mediocres de ineptos periodistas que ciertas capas usaban, más bien eran finas como vedetes que coqueteaban y se hacían acompañar de inframundos sacerdotes que de la urbe friolenta y orgullosa y ensotanados bajaban. Afirmaban simplemente que se les había olvidado hasta la dirección del inmueble en donde ellas se habían especializado en manada como moscas no enlutadas y que sus profesores de lecciones de mapas o de geografía casi nada les enseñaban. Los jueces eran cucarachos mezclados y clonados con sangre de blancos abejorros, de gusanos monos voladores que miraban a otro lado cuando recibían su tajada o simplemente eran expertos en documentos que con astucia borraban y sellaban. Las más listas de las grotescas se habían hecho escoltar por peligrosos grillos armados que habían sido entrenados por extranjeros transportados escondidos en gigantes cajas de madera desde el norte y oriente y en tren llegaban, aun arribaban del desierto que construyó la muralla y que extermino a sus propios primos con ejércitos de otras cucarachadas no tan almidonadas. El gobierno se vio obligado a lanzar un nuevo panfleto para desintegrar a las moscas de por vida y en enterrarlas como caca, dio órdenes por debajo de la mesa para masacrar también a los gansos y patos que eran defensores de la vida de todas las especies vivientes aun de las malvadas y dañinas sanguijuelas que ni impuesto pagaban y estas si eran nocivas que todo se lo robaban, destruían, quemaban y tragaban.

 

El ministro de gobierno planeó exterminar también a las avispas que eran criaturas inteligentes y castas, porque esas se comían sobrantes de miel y todo el polvo blanquecino que subía y bajaba y que a ritmo de tambor y cumbia hasta al aire se lo llevaban. Estas pensaban con astucia a favor de su propia región entre el sur y el norte y como ilusas creían que sus inteligencias podrían construir un panel más igualitario para que todos como reyes disfrutaran de la canasta, pero era mentira porque siempre discriminaban y aplicaban racismo a todo eso que volaba. Las intrépidas de las avispas murieron lentamente con ráfagas de pistolas, revólveres, fusiles y ametralladoras disparadas en las mismas edificaciones en donde ellas procesaban un especial alimento que servía para mantener con comida fresca al 90% de las ratas y a otras poblaciones animalescas que en forma abusiva y con disimulo exportaban tanto a otros territorios como a planetas allá en otras distancias aisladas. Los contadores ratoncitos que vivían en las montañas de los Andes siempre alegaban y protestaban porque nunca conocieron a donde iba a parar el dinero del fraude y por qué las ganancias se evaporaban como gas de contrabando que de Venezuela, Panamá y México llegaba.

 

Los gobernantes se aliaron con zánganos y sancudos venenosos para asesinar también a otras especies entre toros, mulas y gatos que en la planicie estorbaban, que tenían exigencias costosas y que con avena fermentada se alimentaban. Estos eran asesinos y espías entre los mismos representantes armados que provenía de otras regiones que fabricaban varios aparatos entre bombas, artefactos dañinos y vehículos peligrosos para el vuelo que la atmosfera y el medio ambiente lesionaba y contaminaban. Las avispas se alborotaron en su ingenio y enviaron sendas cartas a gobiernos vecinos buscando protección para ellas, sus familias y criadas, pero en el camino del viaje descubrieron que esos eran peores matones porque todo lo compraban y se apoderaban de utensilios, escrituras y toda cosa robada. Las moscas tenían zapos con alas postizas como espías sin casa, parecían helicópteros o naves para atrapar noticias y toda la caramelada. Una mañana de abril se enteraron los audaces voladores que había otras alimañas que eran expertas en léxico y mejor volaban, las hicieron chicharon en cacerolas que habían sido usurpadas, las disfrutaron en el campo desayunándoselas sin chicha ni limonada y siempre había cerveza que a muchos enlutaban. Dijeron las noticias que esas desaparecieron y que de las expertas nunca se supo nada porque una nave cuántica las había secuestrado y se las habían transportado rumbo a otra galaxia.

 

Moscas, patos, gansos, caballos, hormigas, cucarachas, perros, lobos, ovejas, palomas, zapos, garrapatas, comejenes, pulgas, niguas, gallinas y avispas se confundieron cuando todas se encontraron en el mismo lugar del escondite y se dieron cuenta que a todos se les dio entrada libre a lugares de refugio con sendos documentos, credenciales, cédulas identificadas, falsificadas y adulteradas. Las malandras moscas fueron astutas y volaron debajo de las alas de palomas atolondradas, turpiales, gavilanes, gaviotas, águilas, hasta dentro de plumas de golondrinas y otros pájaros que sin saber las llevaron sin contratiempo a regiones para que se escondieran de la policía que las buscaba para hacer otro drama afirmando que la justicia es siempre encantada. Algunas lograron falsificar pasaportes y fotografías que los militares falsificaban. Las más extrañas sabandijas se hicieron pasar por lideres comunitarios o ciudadanos animalescos honestos que fueron pisoteados en sus derechos con historias y narraciones inventadas, narrando cuentos e historias para convencer a los grillos que tenían vida sofisticada, esas no tenían nada, todo fue una mentira porque el país de su origen era una gran estafa, metían paquetes chilenos y remiendos argentinos que lograron elegir a un loco como gobernante y ese también mostro un título entre abejas rebuscadas que con garabato de firma en la parte baja terminaba y se veía el logo de un notario donde hasta los más cretinos visitaban.

 

Las moscas inflaron sus buches y lograron pasar con tranquilidad por varias de las fronteras vecinas con cajas, costales y ollas que llevaban como carga, atravesaron otras alcabalas de regiones amigas y solidarias con las avispas, patos y gansos que entregaban sus bocas para entretener a los abejorros borrachos. Allá en los potreros de otros lodazales pusieron sus huevos y se multiplicaron tanto que los lagartos que gobernaban otras montañas se vieron obligados a cerrar sus fronteras y construyeron rejas amuralladas con alambre de púa con acero para que no subieran más al norte. Los hijos de los gobernantes cerca a los pinos se las almorzaban, los hijos de los grillos en las noches se las cenaban y los más castos de todos que eran los conejos en las madrugadas se las desayunaban. Varias de las hembras se aparearon con famosos artistas blancos, negros y amarillos que de la costa en cuatro patas llegaban. Nacieron nuevas especies de moscas con naturaleza grisácea y se hicieron más peligrosas a sus ancestros en los nuevos lugares extranjeros donde se alimentaban, cada día aumentaban y no las querían dejar entrar en las cantinas ni en los antros nocturnos porque entraban, bailaban, comían, robaban y nunca pagaban.

 

Una aguja falsa de oro en la ciudad corronchada confeccionó nuevos trajes usando a diseñadores gusanos mezclados y clonados. Estos recibieron clases de glamur y etiqueta bajo las orientaciones de escuálidos peces marinos que nadaban raro como en la danza y se nutrían con sobrantes que los delfines y tiburones orinaban. Las moscas refugiadas se inventaron historias de familias con sangre azulada e hicieron creer que ellas eran profesionales de alta envergadura y que debían tener trato igual al que recibían los diplomáticos chimpancés que habían sobresalido en oratoria, teatro, canto y payasada.

 

Cambiaron su abolengo y oscura estirpe con otros cuentos de reyes, emperatrices, príncipes y personajes sobresalientes de la selva alcalinizada, pero todo era mentira porque desconocían su verdadero apellido y jamás ni cedula registrada. Algunas hasta se atrevieron a decir que eran hijas de duendes y magos que de las estrellas bajaban y que tenían poder para hacerse invisibles y podían viajar a otras dimensiones con un noveno sentido para la tele génesis y corredores imaginativos que con astucia imaginaban. Otras daban recetas y pócimas para el amor o fórmulas mágicas para la eterna juventud que nunca llegaba y aun hoy en día no han logrado experimentar porque arrugas y canas siempre cuelgan de su jetas y colas sin curvas cirujanas. Los castos curíes que son los más estudiosos del sexo, entre todas las especies de la loca junglada cayeron en las garras de las más experimentadas y tuvieron que cancelar paternidades con altas mesadas pero los hijos del cuento ni se parecían porque nacían con alas algo aterciopeladas.

 

Una tarde mientras las moscas ponían sus huevos en cuevas improvisadas de las nuevas ciudades conquistadas, explotó un tanque ovalado que almacenada un raro combustible gasóleo y rápidamente se extendió por todos los puntos cardinales del continente alargado, hasta el olor ingreso a cada hueco y se formaron ensaladas que destruyeron las aguas y sus barrigas quedaron intoxicadas. Los primeros en morir fueron los moscos machos que estaban sobre tejados y finas enredaderas y se vieron vistosos como si fueran elegantes sortijas, orquídeas o trapos lisonjeadas. Luego el gas apestoso, avivó la fuerza del mar y del viento como terremoto sin frenos y con fuerza endemoniada, arribaron huracanes e inundaciones muy altas, destruyendo las cuevas y los hoyos en donde dormían y por los aires se vieron las incubadoras necias donde antes se multiplicaban y pedazos de costales raídos donde se alimentaban.

 

El mar sacó a la superficie los huevos con las madres moscas muertas. Los buitres almorzaron felices como nunca danzaban, con un manjar que esos creyeron exquisito y que les llego de la nada. Aquello que no pudo destruir el tóxico lo terminaron los cuervos más jóvenes como alimento, pero sin tener excelso futuro porque a todos indigestaba o mataba. El espectáculo era semejante a danza de prostíbulo barato de los gallos o a comedia endemoniada que combinaba la escena con sobrantes de cajas y latas. El gas siguió su recorrido por el aire de sur a norte y poco a poco fue exterminando a todas las moscas aun a las cruzadas y a los abejorros blancos. Las pobres moscas morían sin derecho a un funeral porque los sacerdotes estafadores entre los chulos cobraban en exceso, aumentaban la tarifa con llanto y de paso las tocaban y a veces a sus crías y críos devoraban.

 

La tragedia fue mayor al cruzar el tóxico por encima de un terminal nuclear que administraban los grillos y millones de lombrices a la distancia aparecieron muertas. Las dos fuentes radiactivas se mezclaron y el terror se apoderó de oriente y occidente como una película de ficción que a todos los desintegraba. Las moscas seguían muriendo en otras cuevas al otro lado del mar del conflicto amoroso y los abejorros grises también fueron afectados y murieron como si no tuvieran alas. Nadie se dio cuenta del episodio porque los gobernantes lagartijos con sus grillos armados, y anófeles voladores, estaban ocupados y las comunicaciones se bloquearon y hasta los cultivos lícitos fueron evaporados y al morir muchos de los animales no hubo tiempo para escribir un libro y hoy en día nadie habla nada porque hasta los cucarachos que eran escritores murieron por las emociones y las plumas volátiles que los dejo asfixiados.

 

El aroma nauseabundo que deja la descomposición natural hizo tétrica cada mañana con su tarde y su noche. Sobre las aguas de ríos y mares empezaron a navegar cuerpos inertes de otros animales y de aquellos grillos gobernantes no sólo en la superficie sino dentro de miles de estanques. Las noches se convirtieron en apestosas con aromas putrefactos y también fueron destruidas las rosas y desintegrados los claveles. Las aguas se desbordaron aumentando la desolación en los plantíos y los barrios amurallados de los murciélagos se hundieron y hoy ni siquiera son leyenda.

No hay comentarios:

Cerdo y carne

No es la carne de cerdo (Por Leomas):   No es fácil para quienes escriben enviar mensajes a esos o esas que no han visto en la vida, per...