jueves, 1 de febrero de 2024

Cucarachas Trepadoras

Cucarachas Trepadoras (Por Leomas):

 

Con dificultad intelectual y problemas en su locomoción, las feas y horribles animalitas, lograron ingresar a una escuelita primaria, en donde aprendieron a leer y escribir, con algo de geografía y matemáticas básicas. Con ayuda de expertos cucarachos provenientes de los verdosos cafetales vulcanizados lograron llegar a otros niveles, sus crías organizaron bandas de músicos y orquestas baratas, que las hicieron aparecer famosas en ciudades planas y movieron su débil esqueleto, compitiendo con abejorros de la montaña y de la misma sabana. En masa se matricularon en colegios de bachillerato y escalaron la nefasta cuesta de los cucarrones de los tubérculos como plaga que desgasta.

 

Una a una se fue perfilando candidata universitaria como en subasta y al cabo de 5 años consecutivos, recibieron diplomas, estandartes y cartones, que fueron colocados en las paredes de sus cavernas y en vallas publicitarias de sus cuevas o cerca de las montañas que explotaban elaboradas por ratas que habían llegado de las ciénagas cercanas y que se habían escapado de las cárceles vetustas de los grillos de monte alto como en la feria que nunca fue encantada. Las débiles, se hicieron famosas y movieron su cadera cerca de las cuevas de moscos, recién llegados de la fosa de los cuervos y lograron conquistar a los asquerosos especímenes con ojos de monstruos de las oscuras profundidades y con esos nacieron nuevas razas destruyendo de paso el escaso coeficiente que siempre les estorbaba.

 

La mezcla de otro cruce de otras especies animalescas cucarachadas, produjo como milagro una nueva raza de cucarachas alborotadas, que las llevó a debutar en cantinas nacionales con coronas reales como en palacios, algunas fueron recibidas en otras plazas, en donde se confeccionaban con siliconas artificiales como remiendo, los excesos de patas y jetas inventadas. Se dejaron llevar a otros sitios internacionales para tratar con las blancas abejorras que lucían prendas exclusivas de hadas secuestradas de la selva encantada que ellas se imaginaban porque su procedencia aún estaba sin distancia.

 

Los grillos habían elaborado cosméticos y cremas, para maquillar sus cueros, senos y caras. Ellas aprovecharon el estudio de la química y se protegieron con ácidos camaleónicos, que las hicieron brillar, escondiendo sus patas, mañas y alas. Quedando muy parecidas a otras especies, que habían nacido en otras planicies, entre cambuches y chozas dentro de la jungla clasificada. Era un circo barato que las carretas llevan con adornos que nunca lucen porque se esconden en la retirada.

 

Los primeros cucarachos fueron sus huevos paridos en calles, avenidas y antros de cemento, que se habían construido lustros atrás entre pobreza, miseria, hambre y debajo de puentes vetustos de madera, que dejaron otros cucarachos invasores de territorios en donde el robo y el sicariato era el pan de cada día en las jornadas. Las nuevas cucarachas crías llegaron con cadera pequeña y algo de derrier, como para mostrar encantos y siluetas recortadas. Sus críos también se miraron en espejos del contaminado rio y se dieron cuenta que sus glúteos eran algo parecidos a sus paisanas y que podían negociar, conquistando a los abejorros que en manada llegaban como turistas en busca de amadas cucarachas y amados cucarachos, entre romances y machucantes por nada. Hubo caída de pantalones en los atardeceres y calzones en la madrugada.

 

Aparecieron rectangulares papeles casi perfectos de color dorado en sus esquinas y algo diamantino como si fueran de nácar o como si el adelanto superara a esos de la mejor morada. La escuela se convirtió en fábricas clandestinas de falsificaciones de documentos y los periódicos de los grillos, regaron la noticia, que los clonados habían logrado superar el talento de los tramposos grillos que con sus hierros a todos los inteligentes imitaban. Entre rejas y alcantarillas, hicieron maquinas reproductoras de plásticos modernos, que volaron a otras naciones como si los científicos abejorros se hubieran detenido en el ocaso de la calzada, pero no hubo intelecto en la cucarachada.

 

Las autopistas alcalinas de los buitres se llenaron de papeles rectangulares verdes y con esos compraron suntuosos vehículos y allí las feas se transportaban como si fueran las reinas de la nada. Salían de la selva grisácea de los monos imperiales a las cuevas de esas que poco a poco fueron conociendo el mármol y las lociones no putrefactas sin aroma algo flacas. Los reinados, fiestas, corridas y carnavales, al lado de matanzas en grupo lubricadas, llenaron las reuniones, las pandillas cucarachadas tenían sexo en todos los rincones sin colchones ni sábanas almidonadas, aumentando la población cucarachada y convirtiendo las estepas en pistas nocturnas y desenfrenos de calzones y pantalones y ayudando a los ratones de la montaña encantada.

 

Los cucarachos inflaron sus alas con químicos provenientes de Rusia y de la China esmaltada, todas quisieron volar más alto que los abejorros marrones, que estaban gobernando los negocios desde otros pastizales en donde el grano de café aun no valía nada. Las armas y fusiles arribaron del norte, las ametralladoras llegaron recortadas a los salones de los grillos y la bala no pudo ser negociada porque el grillo mayor no acepto ceder el terreno que había invadido sin chicha ni limonada. Grupos de cucarachos y grillos provenientes de Europa se disputaron los ilícitos incluyendo a las garrapatas y todos querían agarrar la mejor tajada, porque el presidente del pueblo tenía las mejores tierras que también habían sido robadas. Todos en revuelta morían en fosas comunes, restaurantes, hoteles y hasta en moteles amancebados como novilladas. Los cuerpos aparecían como si la fiesta estuviera también enlutada. Hubo guerra sin cuartel en campo abierto y los genes inyectados enloquecieron a cucarachos y cucarachas idiotizadas.

 

Desde varias esquinas las balas se cruzaban como casinos y al lado de los picaros, morían otros que no eran cucarachadas sin sazón ni cebada. El fuego de los perversos aumentó la tragedia y las casas y edificios de los necios cucarrones, fueron devorados por llamas doradas invitando a jueces y abogados que no hacían nada y a la misma policía que siempre estuvo de retirada. Los hospitales de los mariapalitos no alcanzaron con sus gazas solucionar las heridas y en grupo los nuevos animalitos que estuvieron en la jugada desaparecían como tormenta olvidada y en ceniza allí los encontraban. Los zánganos cucarachos habían aprendido a fabricar bombas y armas sofisticadas y sus jefes usaron motosierras que sus cuerpos descuartizaban y los ríos se mezclaban de sangre como si aumentaran los grillos por toneladas. Las turbas cucarachadas empezaron a usar polvo blanco que como mulas del monte ellas mismas transportaban y murieron muchas y muchos, que estaban en contra de las clonadas y que se creían de mejor familia porque provenían de ciudades amuralladas. Como mercancía barata o jugo de tierra colada hubo cadáveres en descomposición, pero nadie vio nada. Alcanzaron a desaparecer los lideres entre las mismas cucarachas y sobre entre carreteras infectadas hubo ráfagas como vientos que los cucarachos adolescentes disparaban.

 

El orgullo y vanidad de las hembras cucarachadas, las hizo renovar sus ladrillos como nalgas almidonadas y se implantaron nuevos senos inflados como tetas que los plátanos que por ese entonces también bajaban. Allí llegaron los murciélagos para devorar los virus y engendros que se instalaron en las comarcas, otros estaban apostados como finos remedios que no se encuentran ni en las farmacias, pero había padrinos que aparecían cuando una nueva cucaracha llegaba. No hubo lugar ni fosa para los muertos que por allí se regaban y en grupo de 100 en 100 se metían los huecos comunes bajo tierra que nunca fue encantada, quedando la desolación en las pobres cucarachadas que nunca habían poseído nada y el alto gobierno les expropio las edificaciones y cuantas bancarias y si quedaron sin falda. Los descendientes cucarachitos que caminaban como patos se volvieron novias alborotadas e inmigraron al Mediterráneo para disimular que provenían de las cucarachas, escondieron sus apetitos en los rincones, metiendo sus gustos y patas entre armarios construidos con musgos de España y sin ninguna risotada.

 

Las cocinas cucarachadas, dejaron de oír los chismes y las calumnias que las urbes fabricaban, en donde de todo el mundo se rajaba y criticaba, pero nadie servía de testigo porque todos solo escuchaban los cuentos cuando el dinero resaltaba y este los convertía en silenciosos aun como a los toros de casta que también en las noches se transformaban. Era costumbre no sostener nada para evitar que los de la montaña a todos asesinaran o que las ráfagas de las ametralladoras allí los fumigara. Empezaron a tomar conciencia que no se puede llegar lejos cuando la naturaleza es baja y sobre todo cuando no se piensa en cada peligro cuando de crimen se trata. Los mansos abejorros amarillos, guardaron sus espermas y no dejaron que sus semillas fueran clonadas. No volvieron nunca más a nacer las cucarachas mixtas amaneradas. La tierra y naturaleza les clavo una gran jugada y todas se escondieron como armadillos en manada. Todas salieron huyendo de la planicie encantada que ellas creían que de allí era la mejor mermelada.

 

Con cajas y bultos de desperdicios, atravesaron la jornada y salieron corriendo sin guardaespaldas ni nada. Llegaron a Cuatro Esquinas y descansaron de sus huevos como pena enajenada y las golondrinas allí también las cagaban. Trajeron con ellas rollos y costales que se les notaba y siguieron creyendo que eran muy inocentes y que la ley les había jugado una mala pasada. Aun no se limpiaron la vanidad y seguían bailando como si nada pasara y tenían el descaro y cinismo de afirmar que ellas no sabían nada, y que seguramente la prensa amarilla no las quería porque tenían cintura pequeña, tetas postizas y culos de avispas azadas.

 

Los ancianos cucarachos vivos y las cucarachas viejas arrugadas se las ingeniaron para buscar ayuda de otro grupo de cucarachas que desde el volcán bajaban escondidas en los troncos y leña que los campesinos transportaban, tuvieron que acudir a los científicos abejorros morados borrachos que habían arribado al lugar del nororiente lejano y que tomaban licor y fumando un tabaco que también emborrachaba. Esas empeñaron sus pocas alhajas de oro y plata para costear los servicios de la investigación genética de la nueva raza cucarachada y los médicos cucarachos se ponían batas blancas para aparentar ser de una mejor chocolatada. Uno de los estudiosos morados logró dar con el chiste y recomendó sacar los genes clonados de los animalitos cucarachos y dejarlas como eran antes de la fiesta y del orgullo y retiro la almidonada. También había hecho su agosto por las calles carnavaladas con otras batas de lujo que bajaban de la hacienda dorada.

 

La ciencia de los morados abejorros les preparó una pócima que debían tomar en proporciones iguales las unas y los unos sin preparar cementadas, para regresar a su pasado rastrero de cuevas y cavernas estiercoladas. La disciplina y simplicidad acompañó cada bebida alcoholizada entre llantos y sonrojos. A medida que la tomaban iban cambiando el color en sus ojos, el cascaron y las patas. Dejaron de volar alto, perdieron el gusto y olfato por las cosas exquisitas de ciudades y junglas ensortijadas en donde no las aceptaban. Jamás volvieron a caminar y borraron de sus lentas mentes, las pasarelas, reinadados, fiestonadas, carnavaladas, comilonadas, festonadass, arrabaladas, corronchadas y francacheladas.

 

Los otros animalitos algo involucionados, las vieron marchar en grupo y en caravanas no almidonadas, como quien sale huyendo por el disparo de las metrallas de los grillos apestosos clonados de la citanada. La pócima les hizo cambiar de silueta y quedaron tan flacas que nadie las admiraba y tuvieron que esconderse para lograr remendar el tiempo y sus crías que no eran engalardonadas. Nuevamente entre gris y negro sus escasas alas oscuras, lucían como naturales sin jabones de nácar o perfumes sin gracia y así se quedaron almacenadas.

 

Grabaron para su futuro que tampoco sería eterno, la frase que las hizo diferentes ahora entre multitudes diversas y con una pequeña gracia que por el efecto del prisma con luces multicolores que este deja que pasen y desde allí deja que pasen aquellas tempestades que sin exageraciones ni suntuosidades el mundo sabio aun no alcanza. Dijeron al unísono como perezoso sin lanza, es mejor ser una cucaracha verdadera desdichada para no tener que imitar a las águilas en su vuelo y agilidad o tratar de caminar con la elegancia de leones, tigres y sin querer serlo nunca, porque si creemos en la vanidad nos vuelven a despreciar en la plaza y nos pueden tildar como enanas panteras que no logran estar nunca perfumadas.

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