domingo, 4 de febrero de 2024

Sospechas Legales

Sospechas legales e Ironías ilegales (Por Leomas):

 

Uno a uno fue desapareciendo entre soles, estrellas y barras que lucían disciplinas y gritaban consignas vomitadas por escuelas norteñas que sembraron perversiones en mentes desde el entrenamiento con medallas falsas de honor y miserias de ciudad al quedar en ruinas. Como gelatina sin azúcar y aromáticas sin sobre los mancebos al final de la adolescencia eran llevados en camiones averdolados bajo engaños y propuestas laborales con ciertas remuneraciones que sólo la mafia criolla y los capos estaban acostumbrados a pagar tanto a sicarios, al caporal como a esos cómplices que desde las oficinas redactaban documentos afirmando que eran héroes. Entre jefes y mandos medios todos eran desalmados, llevaban mala cara y sus rostros como para remedio infernal entre borracheras y todo eso que decían perseguir, les gustaba y no solo lo masticaban, sino que a otros enrolaban. Aunque caminaban muy masculinos se les notaba algo raro en su apetito cuando de marchar se trataba, apretaban sus glúteos entre sus calzones transparentes de seda e hilo fino dental y se contorneaban como novia de cantina cuando ingresa un nuevo comensal. Ellos mismos robaban de cuarteles el mercado que iba a nutrir a soldados que incautos cambiaron su destino por disparos de muerte y arrebataban la vida a connacionales y a varios estacionados que se veían sin casa ni platanal, a otros de pueblos fronterizos tenían en la mira y los observaban y varios cayeron bajo el anonimato de la voz de un malandro capitán o de un simple sargento que creía ser general.

 

 

Con orden presidencial se metieron en barriadas clandestinas y en comunas populares aparentando salud, solidaridad y servicio social. Con mañas de niños buenos engañaron a inocentes que pasaban sin trabajo al azar por aquellas cosas de hablar con extraños sin reparar las brasas que llevan ciertas siluetas entre sus huesos que no dejan de campanas sonar. Lograron destruir la vida en casuchas, canchas, parques, ramadas, esquinas, ríos y en antros oscuros del chaparral. Una voz en el camino que profetizaba logró decirles el año exacto que a todos los psicópatas enjuiciarían y la fecha con pelos y señales de partida a la otra vida que llama sin necesidad de disparar. A hermosos y atléticos doncellos seleccionaban para aparentar valentía y musculatura que aumentaban con trajes camuflados y con botas infladas de maldad y vanidad. Sólo eran vagos de doble vida que arremetían contra la justicia, verdad y la misma paz que era profanada por los gobernantes que asaltaban a la par. Las armas que portaban los hicieron aparecer como lideres de calles, entidades y cantinas que aun los torcidos no querían conocer ni ensayar, porque todas llevaban el signo de muerte que asustaba hasta al lodazal. A sangre fría e infamemente los fusilaban con rifles, pistolas y ametralladoras, y los enterraban en grupo bajo tierra para que el delito se pudiera ocultar.

 

Uno de ellos se rebeló contra la mentira y comentó bajo la estera de uno de esos que buscaba pareja y que las faldas habían dejado pasar porque su naturaleza no le dejaba mirar esas curvas que enloquecen a quienes más tarde creen tener santidad o a esos mismo que al doblar la esquina gustan más de la sopa de plátano que de caldo cocido con hígado debajo del naranjal. Bajo escombros lograron enterrar a varios citadinos incluyendo a enfermos lisiados que no podían usar sus manos y a otros que estaban atrasados y que la mente rebelde no los dejaba pensar. El sol y la luna esperaron varios meses para ver el rechazo y protesta de la población mundana que tampoco podía pensar, aunque se hacían los de gafas oscuras para no opinar. La tierra quiso ver en las calles a grupos humanos organizados denunciando a los asesinos armados, a sus cómplices y a esos que tiraban del gatillo en cada lugar. Nada sucedió en el rebusque, hubo silencio sepulcral de miles de moradores y legisladores hasta en la capital y todos se escondieron como gatas heridas hasta debajo de las oficinas o en tiendas donde acostumbraban a comprar. Todos estaban cobijados por la maldad y corrupción y eran asesorados por un coronel chandosal. Los culpables habían bebido agua contaminada que bajaba de sangrientos uniformes que habían alquilado con el dinero de la otra mafia y que lograban construir los pisos de mármol por donde pasaron varios de los cadáveres arrastrados por otros que usaban delantal.

 

El viento tuvo algo de paciencia y guardó su fuerza debajo de las cavernas que deja la nieve en la montaña testigo de muerte y mal. La lluvia recogió su velo para no herir las manifestaciones y lamentos que creyó ver con la desesperación de sabios e ignorantes que tejían orgullo, debilidad en su fuerza con orgullo y vanidad. No hubo nadie en la contienda que dijera del maltrato a la vida, a la desintegración de los nefastos y al cobro justo de los delitos que aún cometían en navidad. Todas y todos estaban ocupados en francachelas, comilonas, orgias, parrandas y en otras deliberaciones sin son ni sal y se jactaban que el éxito en el trabajo no les permitía aguantar hambre y que se transportaban en vehículos que el cilindraje no los podía alcanzar. Algunos citadinos sólo tenían tiempo para organizar carnavales, reinados, murgas y miserables campeonatos que dejaban orines y deshechos putrefactos sobre el pavimento o el matorral. Primero vino el granizo que golpeó sus calles y terrazas y dejó sin techo a los dementes que se creían propietarios hasta del fusil que segó la vida muchas veces en el cigüeñal. Luego incendios que no pudieron detener en las esquinas y sobre las montañas que rodeaban el bonito lugar en donde vivían los jefes psicópatas y las familias de los asesinos que comían manjar cada día sin ser solidarios con aquellos que no lograban tragar. Mas tarde después de unos años un fuerte terremoto destruyo las casas de bandidos y oficinas donde se tejió la crueldad y llego una epidemia que los hizo correr como gacelas a otros planos donde los mató un tornado con vendaval.

 

La montaña se enfureció a las 7 de la noche y salieron aguas subterráneas que barrieron las guarniciones y llegaron a limpiar las sienes de quienes comandaban las bandas de asesinos y en fila india se les vio alejarse del cuartel y un diario malandro y sus jornaleros desaparecieron porque también fueron cómplices de la muerte de inocentes e incautos que murieron por culpa de los perversos del mal. Los muros de cemento se cayeron como melcocha sobre barro y los puentes se desbarataron como circo y maltrecho morral. El gigante sol escondió su brillo y la luna fue silenciada por una nube oscura que dejó el segundo y tercer chamuscal y la oscuridad plena reino en la comarca por varios hasta que murió el último comprometido con la verdad. En la madrugada hubo un nuevo temblor de tierra que destruyó el edificio alto de las mañas y la casaquinta del propietario del desorden y crueldad. Entrando la mañana un tercer movimiento lanzó al piso las paredes coloniales en donde se planearon las barbaries y se violaron los valores que practicaron los aborígenes y unos blancos despistados sin coeficiente intelectual pisotearon antes las cimientes de la vida dejando de prisa un muladar.

 

Había otro hombre frente a la silla putrefacta y su antecesor estaba de visita en una quinta que se acercaba al cristalino mar. Juntos fueron arrastrados por la corriente de un rio que otrora fue pieza clave de navíos, que la industria explotadora logró destruir y mermar hasta en su caudal. Los hijos que viajaban en helicóptero fueron barridos por el aire y al suelo de los desarropados con cicatrices de sangre fueron a parar. Allí moribundos quisieron escriturar a testaferros las propiedades robadas pero el juez contratado también fue lanzado por el fuerte viento como estiércol de corral. Las paredes de las cárceles quedaron destruidas y los presos que injustamente purgaban penas salieron ilesos a la libertad del penal. La justicia de la tierra también cobró a los ilegales las matanzas, secuestros y a todos los barrió del triste semental. En la jungla el agua destruyo cada cambuche y ahogó a los otros facinerosos que también hicieron daño creyendo que la vida humana era de retal. A otros falsos grupos militares fueron alcanzados por los vientos y quedaron enterrados bajo arenas y piedras cerca de la selva que había brillado con majestuosidad. Los incendios llegaron a los juzgados y los mentirosos documentos se convirtieron en ceniza, baba y lodazal. Abogados y leguleyos murieron con sus familias descuartizados por los tornados que pasaron por casas y oficinas sin hablar.

 

Cinco días de lluvias y fuertes heladas azotaron la plaza principal con sus ciudades circunvecinas y cada potrero se inundó de par en par. Una a una de las avenidas fue convertida en chicha, remolino, grisáceo panal y basural. Hubo polvo y ceniza entremezclado con azufre que salió de una empresa que procesaba ciertos aromas que los delincuentes lograron saborear. Se salvaron cucarachas y ratones que dormían debajo de las raíces, hormigas y gusanos atravesaron la frontera y buscaron un mejor lugar para resguardarse del cobro que para los facinerosos fue un infernal. 15 días de tragedia barrió la arena de las calles y los bultos de basura se corrieron a la oficina del contralor gubernamental y del fiscal nacional. Por fin asomaron los políticos que estaban asustados como gallinas frente a zorros que consumen carne como cuatreros sin pagar. Ninguno tuvo ideas para agilizar la limpieza y guardaron silencio en el recorrido, el mismo que habían usado cuando la tragedia macabra estuvo dirigida por un inepto, mezquino y cruel asesino general.

 

La tierra devolvió cuerpos y cadáveres que años atrás habían escondido bajo la tierra húmeda, poco a poco la gente iba identificando las mandíbulas que salían de las tumbas como si el tiempo las hubiera hecho resucitar. Las fosas quedaron vacías sobre las rocas abriendo cada nombre de citadinos asesinados y obreros desaparecidos que estaban esparcidos entre maleza y sal, junto a muchos cuerpos de inocentes campesinos que también fueron masacrados con moto sierras y fusiles infectados de azufre y contaminados de cal. Al caer el nuevo año la política y el sistema de gobierno quedó en manos de un nuevo grupo salido entre los invisibles que otrora hizo bulla sin igual entre otros desaparecidos que fueron fumigados a quemarropa aun dentro del hospital o en salones donde se reunían para elaborar planes de denuncias y protestas contra el mal. Una dama entre las multitudes estaba al frente del destino y con lista en mano llamó a los culpables, a quienes aún vivían entre la mugre y el granizal. Por fin los asesinos y corruptos tradicionales abandonaron las parcelas y rincones y los limones no dieron fruto para ayudar y aclarar el horror bajo un tenebroso huracán. De nuevo campesinos pobres y marginados obreros tomaron sus tierras, cultivos y plantaciones y consiguieron cierta prosperidad, y con cierto miedo al regreso de quienes salieron huyendo lejos a otros planos en la tempestad, regaron fotografías y nombres de otros culpables para que las embajadas conocieran a otros propietarios del mal.

 

Uno de los hijos que fue afectado por el asesinato y masacre de sus padres fue nombrado por la hembra, ministro de gobierno y los colores del pasado fueron borrados del mapa y de la geografía popular como aviso brillante sobre la playa de un enamorado fugaz. Se derrumbaron estatuas de perversos, esfinges de rezanderos y matachos de los sanguinarios, que antes habían usurpado los espacios en las veredas, en caseríos y en la misma ciudad. Las historias de los rectos y justos empezaron a tejer nuevos derroteros y hubo calma sin ron y ni un solo festival. El tiempo está cerca pero aún falta que llegue el 24, para que todos sepan que por fin la paz anhelada llegará sin tanta alharaca y como roca indigesta se puede quedar, pero la misma con inteligencia se debe cuidar y custodiar aun de los legales a quien se deben educar. Lo excelso siempre será anhelado aun por quienes pisotean la justicia, la patria y la misma dignidad.

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