Sospechas legales e Ironías ilegales (Por Leomas):
Uno a uno fue desapareciendo entre soles, estrellas y
barras que lucían disciplinas y gritaban consignas vomitadas por escuelas norteñas
que sembraron perversiones en mentes desde el entrenamiento con medallas falsas
de honor y miserias de ciudad al quedar en ruinas. Como gelatina sin azúcar y
aromáticas sin sobre los mancebos al final de la adolescencia eran llevados en
camiones averdolados bajo engaños y propuestas laborales con ciertas remuneraciones
que sólo la mafia criolla y los capos estaban acostumbrados a pagar tanto a
sicarios, al caporal como a esos cómplices que desde las oficinas redactaban documentos
afirmando que eran héroes. Entre jefes y mandos medios todos eran desalmados,
llevaban mala cara y sus rostros como para remedio infernal entre borracheras y
todo eso que decían perseguir, les gustaba y no solo lo masticaban, sino que a
otros enrolaban. Aunque caminaban muy masculinos se les notaba algo raro en su
apetito cuando de marchar se trataba, apretaban sus glúteos entre sus calzones
transparentes de seda e hilo fino dental y se contorneaban como novia de cantina
cuando ingresa un nuevo comensal. Ellos mismos robaban de cuarteles el mercado
que iba a nutrir a soldados que incautos cambiaron su destino por disparos de
muerte y arrebataban la vida a connacionales y a varios estacionados que se veían
sin casa ni platanal, a otros de pueblos fronterizos tenían en la mira y los observaban
y varios cayeron bajo el anonimato de la voz de un malandro capitán o de un
simple sargento que creía ser general.
Con orden presidencial se metieron en barriadas clandestinas
y en comunas populares aparentando salud, solidaridad y servicio social. Con
mañas de niños buenos engañaron a inocentes que pasaban sin trabajo al azar por
aquellas cosas de hablar con extraños sin reparar las brasas que llevan ciertas
siluetas entre sus huesos que no dejan de campanas sonar. Lograron destruir la
vida en casuchas, canchas, parques, ramadas, esquinas, ríos y en antros oscuros
del chaparral. Una voz en el camino que profetizaba logró decirles el año
exacto que a todos los psicópatas enjuiciarían y la fecha con pelos y señales
de partida a la otra vida que llama sin necesidad de disparar. A hermosos y atléticos
doncellos seleccionaban para aparentar valentía y musculatura que aumentaban
con trajes camuflados y con botas infladas de maldad y vanidad. Sólo eran vagos
de doble vida que arremetían contra la justicia, verdad y la misma paz que era
profanada por los gobernantes que asaltaban a la par. Las armas que portaban los
hicieron aparecer como lideres de calles, entidades y cantinas que aun los
torcidos no querían conocer ni ensayar, porque todas llevaban el signo de
muerte que asustaba hasta al lodazal. A sangre fría e infamemente los fusilaban
con rifles, pistolas y ametralladoras, y los enterraban en grupo bajo tierra
para que el delito se pudiera ocultar.
Uno de ellos se rebeló contra la mentira y comentó bajo la
estera de uno de esos que buscaba pareja y que las faldas habían dejado pasar
porque su naturaleza no le dejaba mirar esas curvas que enloquecen a quienes
más tarde creen tener santidad o a esos mismo que al doblar la esquina gustan más
de la sopa de plátano que de caldo cocido con hígado debajo del naranjal. Bajo
escombros lograron enterrar a varios citadinos incluyendo a enfermos lisiados que
no podían usar sus manos y a otros que estaban atrasados y que la mente rebelde
no los dejaba pensar. El sol y la luna esperaron varios meses para ver el
rechazo y protesta de la población mundana que tampoco podía pensar, aunque se hacían
los de gafas oscuras para no opinar. La tierra quiso ver en las calles a grupos
humanos organizados denunciando a los asesinos armados, a sus cómplices y a esos
que tiraban del gatillo en cada lugar. Nada sucedió en el rebusque, hubo
silencio sepulcral de miles de moradores y legisladores hasta en la capital y
todos se escondieron como gatas heridas hasta debajo de las oficinas o en
tiendas donde acostumbraban a comprar. Todos estaban cobijados por la maldad y
corrupción y eran asesorados por un coronel chandosal. Los culpables habían
bebido agua contaminada que bajaba de sangrientos uniformes que habían
alquilado con el dinero de la otra mafia y que lograban construir los pisos de
mármol por donde pasaron varios de los cadáveres arrastrados por otros que
usaban delantal.
El viento tuvo algo de paciencia y guardó su fuerza debajo
de las cavernas que deja la nieve en la montaña testigo de muerte y mal. La
lluvia recogió su velo para no herir las manifestaciones y lamentos que creyó
ver con la desesperación de sabios e ignorantes que tejían orgullo, debilidad
en su fuerza con orgullo y vanidad. No hubo nadie en la contienda que dijera
del maltrato a la vida, a la desintegración de los nefastos y al cobro justo de
los delitos que aún cometían en navidad. Todas y todos estaban ocupados en
francachelas, comilonas, orgias, parrandas y en otras deliberaciones sin son ni
sal y se jactaban que el éxito en el trabajo no les permitía aguantar hambre y
que se transportaban en vehículos que el cilindraje no los podía alcanzar.
Algunos citadinos sólo tenían tiempo para organizar carnavales, reinados,
murgas y miserables campeonatos que dejaban orines y deshechos putrefactos
sobre el pavimento o el matorral. Primero vino el granizo que golpeó sus calles
y terrazas y dejó sin techo a los dementes que se creían propietarios hasta del
fusil que segó la vida muchas veces en el cigüeñal. Luego incendios que no
pudieron detener en las esquinas y sobre las montañas que rodeaban el bonito
lugar en donde vivían los jefes psicópatas y las familias de los asesinos que comían
manjar cada día sin ser solidarios con aquellos que no lograban tragar. Mas
tarde después de unos años un fuerte terremoto destruyo las casas de bandidos y
oficinas donde se tejió la crueldad y llego una epidemia que los hizo correr
como gacelas a otros planos donde los mató un tornado con vendaval.
La montaña se enfureció a las 7 de la noche y salieron
aguas subterráneas que barrieron las guarniciones y llegaron a limpiar las
sienes de quienes comandaban las bandas de asesinos y en fila india se les vio alejarse
del cuartel y un diario malandro y sus jornaleros desaparecieron porque también
fueron cómplices de la muerte de inocentes e incautos que murieron por culpa de
los perversos del mal. Los muros de cemento se cayeron como melcocha sobre
barro y los puentes se desbarataron como circo y maltrecho morral. El gigante
sol escondió su brillo y la luna fue silenciada por una nube oscura que dejó el
segundo y tercer chamuscal y la oscuridad plena reino en la comarca por varios
hasta que murió el último comprometido con la verdad. En la madrugada hubo un
nuevo temblor de tierra que destruyó el edificio alto de las mañas y la
casaquinta del propietario del desorden y crueldad. Entrando la mañana un
tercer movimiento lanzó al piso las paredes coloniales en donde se planearon
las barbaries y se violaron los valores que practicaron los aborígenes y unos
blancos despistados sin coeficiente intelectual pisotearon antes las cimientes
de la vida dejando de prisa un muladar.
Había otro hombre frente a la silla putrefacta y su
antecesor estaba de visita en una quinta que se acercaba al cristalino mar.
Juntos fueron arrastrados por la corriente de un rio que otrora fue pieza clave
de navíos, que la industria explotadora logró destruir y mermar hasta en su
caudal. Los hijos que viajaban en helicóptero fueron barridos por el aire y al
suelo de los desarropados con cicatrices de sangre fueron a parar. Allí
moribundos quisieron escriturar a testaferros las propiedades robadas pero el
juez contratado también fue lanzado por el fuerte viento como estiércol de
corral. Las paredes de las cárceles quedaron destruidas y los presos que
injustamente purgaban penas salieron ilesos a la libertad del penal. La
justicia de la tierra también cobró a los ilegales las matanzas, secuestros y a
todos los barrió del triste semental. En la jungla el agua destruyo cada
cambuche y ahogó a los otros facinerosos que también hicieron daño creyendo que
la vida humana era de retal. A otros falsos grupos militares fueron alcanzados
por los vientos y quedaron enterrados bajo arenas y piedras cerca de la selva
que había brillado con majestuosidad. Los incendios llegaron a los juzgados y
los mentirosos documentos se convirtieron en ceniza, baba y lodazal. Abogados y
leguleyos murieron con sus familias descuartizados por los tornados que pasaron
por casas y oficinas sin hablar.
Cinco días de lluvias y fuertes heladas azotaron la plaza
principal con sus ciudades circunvecinas y cada potrero se inundó de par en
par. Una a una de las avenidas fue convertida en chicha, remolino, grisáceo
panal y basural. Hubo polvo y ceniza entremezclado con azufre que salió de una
empresa que procesaba ciertos aromas que los delincuentes lograron saborear. Se
salvaron cucarachas y ratones que dormían debajo de las raíces, hormigas y
gusanos atravesaron la frontera y buscaron un mejor lugar para resguardarse del
cobro que para los facinerosos fue un infernal. 15 días de tragedia barrió la
arena de las calles y los bultos de basura se corrieron a la oficina del
contralor gubernamental y del fiscal nacional. Por fin asomaron los políticos
que estaban asustados como gallinas frente a zorros que consumen carne como
cuatreros sin pagar. Ninguno tuvo ideas para agilizar la limpieza y guardaron
silencio en el recorrido, el mismo que habían usado cuando la tragedia macabra
estuvo dirigida por un inepto, mezquino y cruel asesino general.
La tierra devolvió cuerpos y cadáveres que años atrás
habían escondido bajo la tierra húmeda, poco a poco la gente iba identificando
las mandíbulas que salían de las tumbas como si el tiempo las hubiera hecho
resucitar. Las fosas quedaron vacías sobre las rocas abriendo cada nombre de citadinos
asesinados y obreros desaparecidos que estaban esparcidos entre maleza y sal,
junto a muchos cuerpos de inocentes campesinos que también fueron masacrados
con moto sierras y fusiles infectados de azufre y contaminados de cal. Al caer
el nuevo año la política y el sistema de gobierno quedó en manos de un nuevo
grupo salido entre los invisibles que otrora hizo bulla sin igual entre otros
desaparecidos que fueron fumigados a quemarropa aun dentro del hospital o en
salones donde se reunían para elaborar planes de denuncias y protestas contra
el mal. Una dama entre las multitudes estaba al frente del destino y con lista
en mano llamó a los culpables, a quienes aún vivían entre la mugre y el granizal.
Por fin los asesinos y corruptos tradicionales abandonaron las parcelas y
rincones y los limones no dieron fruto para ayudar y aclarar el horror bajo un
tenebroso huracán. De nuevo campesinos pobres y marginados obreros tomaron sus tierras,
cultivos y plantaciones y consiguieron cierta prosperidad, y con cierto miedo
al regreso de quienes salieron huyendo lejos a otros planos en la tempestad,
regaron fotografías y nombres de otros culpables para que las embajadas
conocieran a otros propietarios del mal.
Uno de los hijos que fue afectado por el asesinato y
masacre de sus padres fue nombrado por la hembra, ministro de gobierno y los
colores del pasado fueron borrados del mapa y de la geografía popular como
aviso brillante sobre la playa de un enamorado fugaz. Se derrumbaron estatuas
de perversos, esfinges de rezanderos y matachos de los sanguinarios, que antes habían
usurpado los espacios en las veredas, en caseríos y en la misma ciudad. Las historias
de los rectos y justos empezaron a tejer nuevos derroteros y hubo calma sin ron
y ni un solo festival. El tiempo está cerca pero aún falta que llegue el 24,
para que todos sepan que por fin la paz anhelada llegará sin tanta alharaca y
como roca indigesta se puede quedar, pero la misma con inteligencia se debe
cuidar y custodiar aun de los legales a quien se deben educar. Lo excelso siempre
será anhelado aun por quienes pisotean la justicia, la patria y la misma dignidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario